domingo, junio 17, 2012

BOSQUES DE CHAMANES

Bosques de chamanes (hechizo de oropéndola)




No hay bosque sin leyenda.

Su espesura, su misterio de sombras y claros, sus intrincados caminos donde los pasos se pierden y las brumas borran el paisaje… todo invita a la leyenda.


Por eso, tantas veces la realidad se mezcla con el misterio y la leyenda, como en esos bosques azules, verdes y grises donde crecen las sabinas, coníferas de lisos troncos; las hayas, abedules, pinos negros, entre sombras y el recuerdo de la brisa del lejano mar.


Templados bosques boreales; catedrales de altos fustes de centenarias coníferas; refugio de pequeñas aves, de fauna que se esconde entre sus frondas…. Casi sin cielo que señale soles o nubes.

Bosques sagrados de setas mágicas… India, Siberia, Escandinavia, Letonia , América, España ; Gredos; Moncayo; Pirineo; Reino Unido; Gales…


Por uno cualquiera de estos bosques se adentraba, absorto en pensamientos teñidos de misterio, un caminante alto y delgado, casi como el flautista de Hamelín, con su cuaderno de apuntes bajo el brazo, escribiendo sus impresiones meticulosamente, buscando los hechizos que ya buscaron druidas milenarios y que continuaban allí escondidos, solo para iniciados.



Prados muy verdes, bosquecillos de quejigos, pequeños cerros moteados de pino negro , cañadas y espesura de hayas y abedules atraían poderosamente su atención de escritor y científico, como si buscase algo muy concreto y oculto a la vista de quien pasara por allí sin saber dónde buscarlo.



De vez en cuando se agachaba para mirar en alguna zona donde templaba el sol, bajo ramas de helechos que tapizaban el suelo.


Llevaba su lupa y su bolsa-mochila para guardar los tesoros que encontrase.


Setas mágicas; tesoros ocultos para los no iniciados, pues desde siglos atrás eran ya sabidos y conocidos por sus propiedades, pero que requerían de una ciencia casi exacta par poder hacer uso de ellos sin peligro grave para sí mismo o para los demás.


Por eso fueron los sanadores, o los sacerdotes y druidas de pueblos ancestrales, guerreros o dominadores, quienes supieron calcular el poder de esos frutos ocultos. El poder de los bosques de chamanes y hechiceros.










Los cuentos y leyendas nacidos a través de estos frutos secretos del bosque crearon mil personajes, a veces encantadores, como los enanitos que viven en las setas de sombrerito rojo con pintas blancas, o a veces elfos inquietos, o pequeñas y malvadas brujas .



Todos eran personajes de cuento, de fábula, mitológicos, pero al tiempo un modo de poder encubrir una realidad presente en toda época de la historia de los pueblos, destinada a ser ocultada o susurrada en voz baja en círculos de iniciados, a la luz de la luna, en reuniones de aquelarres o en sesiones de “viajes astrales” que incluso podían ser solo de ida, si no eran propiciados por expertos.



Aquel caminante entendía de todo aquello y buscaba solo en lugares muy especiales.


En su mano un cuaderno con apuntes de nombres en latín, de expertos micólogos, y algunos dibujos hechos por él a plumilla de preciosas “setas de los enanitos”, las del sombrerito rojo y pintas blancas.


La Amanita Muscaria, también llamada “oropéndola” o “matamoscas”: seta de otoño que contiene un potente alucinógeno “enteógeno”, que no mata pero pone al borde de la muerte por vómitos, mareos y dolor.



Los expertos de siglos atrás ya supieron “dominarla” en sus trances para adivinar el porvenir, hacer predicciones y vaticinios, o explorar el lado desconocido del misterio, en viajes astrales que les conferían poder ante los pueblos y eran elevados a la categoría de chamanes, sacerdotes, augures y druidas por las gentes sencillas que no tenían la preparación ni el conocimiento de esos secretos de la naturaleza, puesta en contacto con “lo divino y misterioso”.



Nuestro experto visitante del bosque de abedules, sabinas y quejigos, tomando sus lentes para poder estudiar mejor un conjunto de rojas y fascinantes setas rojas, se agachó sobre aquel conjunto de preciosas “casitas de los enanitos” dignas del más fantástico relato nórdico, enfrascado en sus pensamientos de escritor……



En ese momento le pareció escuchar un susurro lejano, como un lamento procedente de un claro del bosque de abedules.


Se levantó y se dirigió hacia donde venía aquel lamento extraño….







Podía confundirse con el viento de otoño entre las ramas, pero no.



Era una bellísima "Amanita Muscaria", caída entre las hojas secas, quien lloraba amargamente.


Ni el resplandeciente color escarlata de su sombrero, ni la blancura de sus laminillas radiales bajo el mismo, ni la tersura de su talo, bastaban para hacerle feliz.


Algo terrible le había ocurrido.







" Alguien ha cambiado el cuento - se quejaba - y ahora estoy aquí, abandonada, mientras Alicia corre por los caminos de detrás del espejo, mordisqueando trocitos de mi carne, creciendo y creciendo por encima de los abetos, o encogiéndose hasta desaparecer entre las flores del prado, persiguiendo a ese absurdo Conejo Blanco, sin saber que soy yo, la Oropéndola loca, quien llena de vértigo y aventura su historia."

Lloraba y lloraba la “oropéndola” y, cuanto más se quejaba, más roja y luminosa aparecía su pamela, inundando el bosque con su luz.


" Si al menos alguien le dijera a la Oruga que fuma en pipa que avise a Alicia... Hay que devolverme al cuento porque si no, cuando aparezca la Reina de Corazones dirá : ¡Que le corten la cabeza al intruso que ha cambiado la historia ! "

Entre las copas de los árboles aparecieron unos enormes cristales redondos enmarcando unos ojos malhumorados inclinándose sobre la Oropéndola, y con voz alterada concedió:


"¡Está bien "matamoscas!. Deja ya de gimotear. El Conejo Blanco llevará un ramo de flores blancas mágicas, y Alicia encontrará a la Oruga fumando su pipa sentada sobre tu hongo rojo .


A ver cómo te las arreglas para dosificar tus efectos maravillosos y sacarla del lío en que se va a meter. Resulta muy interesante meterse a "chaman" sin saber dominar la ciencia milenaria de la micología "

(Seguramente Lewis Carroll tampoco estaba muy seguro de cómo sacar a Alicia de aquella aventura que acababa de escribir, situándola en el País de las Maravillas, sin revelar ciertos secretos valiosos acerca de los enteógenos)


Cogió su bolsa el escritor caminante, con los ejemplares que había recolectado en el bosque, y emprendió el camino de regreso concentrándose en no olvidar su encuentro de aquella tarde, y dispuesto a escribirlo en cuanto llegase a su casa… aunque desde luego teniendo muy en cuenta que no debía mostrar lo que sabía, y sin olvidar la queja de la preciosa Amanita Muscaria ….






Relato original de Conchita Ferrando de la Lama
Ilustraciones de Rafael Mir
Todos los derechos reservados

Publicado en Surcando Ediciona Word Press


(Jaloque)