miércoles, septiembre 21, 2011

SENSACIONES BAJO EL MAR








Mucho tiempo ha pasado desde que descubrí el hechizo de aquel mar azul, sereno en apariencia, cálido y repleto de sensaciones para mí.




Aquello pertenece a una época que, en sí misma, está siempre cubierta por un manto irisado de reflejos de mil colores, como es la primera juventud.

Después, tal vez por las circunstancias en que todo aquello parecía quedarse pequeño, arrinconado en la sencillez de “vivencias y descubrimientos”, mantuve ese recuerdo como muy especial, pero alejado de la actividad que fui desarrollando, a la que siempre denominé “subirme al tigre” y que no me tirase.
Me alejé de lo calmado y sencillo, como era aquel mar de mi recuerdo.
Inicié proyectos, singladuras, iniciativas que me situaron en lugares y mares mucho más “bravos” y peligrosos, con tonos más intensos, azules índigo, grises plomizos, con tempestades, oleajes y faros que avisaban los peligros o que acogían en su paz de refugio.
Siempre la mar fue una atracción irresistible para mí, en todo lo que he hecho.

Desde aquel último faro, donde pasé una temporada de tranquilidad azul Atlántico, con sus “dos cortos, dos largos, dos cortos”, repitiendo mi secreto de la felicidad, he sabido que bajo el mar estaba mi “iniciación” a todo lo que más he querido en la vida.

Cada mañana, a las 8, bajábamos a desayunar al cafetín que había en la base del faro.
Me acompañaba un antiguo marino, curtido “lobo de mar”, con su pipa, su gorra desgastada en mil tempestades y unos ojos rasgados, negros, llenos de chispas de la galerna, que habían visto el mundo entero y todos sus mares a bordo de todo tipo de buques.
Él accedió a contarme sus mil travesías, allí, en aquel cafetín del faro, para que no se perdiesen, y cada mañana a las 8 bajábamos a desayunar, sentados en unas sencillas mesas cuadradas, frente a las grandes cristaleras que ponían ante nuestros ojos la inmensidad del Atlántico.



Aprendí de él todos los vientos, los misterios de sus furias, el espanto de las “calmas” en alta mar, pero a pesar de todo eso, él siempre me repetía que no había mejor secreto que el que regala el mar a sus elegidos, cuando se entregan a sus brazos y sus caricias, bajo el agua, sin temor, con pleno dominio, pero en silencio de complicidad.
Él, que había arrostrado peligros y vencido tempestades, me confesó que siempre tenía un terrible temor: “Las calmas”. Siempre temía que en la peor “calma” de su navegar, el viento no soplara las velas de su navío…. Que “se muriesen las calmas” y quedase en medio de la nada del mar, perdido, inmóvil para siempre.

Por eso, al terminar nuestras charlas pausadas y llenas de sorpresas marítimas para mí, él repetía que nunca olvidase ese “secreto del mar”, porque toda la vida está en él.

Creo que aquellos ojos que tanto habían visto de horizontes azules, grises, negros y hasta plateados, me querían recordar ese territorio exclusivo que el mar reserva para algunas ocasiones, y que yo le había confiado en alguna de nuestras charlas que formó parte de mis vivencias en tiempo muy lejano, cuando no era más que una aprendiz de adolescente.

Como por arte de la magia de la naturaleza, aquel recuerdo se fue haciendo más y más presente, y el contraste de colores y de fuerza de aquellos dos mares tan distintos, me fue inspirando el repetir lo que entonces escribí, y que tuvo tanta repercusión para mí, a pesar de mi corta edad.
Y por eso lo reviví con gusto para aquel buen marino, capitán del Sea Wolf, que tantas historias compartió conmigo en el cafetín del faro, que cada noche nos saludaba: “Dos cortos, dos largos, dos cortos”.
Y esto es lo que escribí para él:





“Habíamos quedado, como cada día de aquel verano, al borde la playa de “Las Acacias”, para reunirnos el grupito de amigos y adentrarnos un poco en el mar, tranquilo, azul y atractivo, con una barca, para bañarnos en una zona donde la arena fina formaba un banco estupendo donde poder nadar a nuestras anchas, alejados de la zona pedregosa de primera línea de la playa.

Nunca había sentido ese atractivo de adentrarnos algo más de lo normal, bajo el sol de verano, para tiranos desde la barca y nadar en esas aguas tan limpias, puras y llenas de distintos tonos de azules y de verdes.

Yo era tan joven que aún sentía el vértigo de ver bajo mis pies la profundidad del mar, pero todos los demás nadaban de maravilla y buceaban aún mejor, y por eso tomé confianza de inmediato para hacer yo lo mismo, y bucear bajo aquellas aguas tan transparentes, mucho más debajo de lo que alcanzaba mi vista bajo mis pies.
Aquello se repitió día a día, y cada vez llevábamos la barca más adentro, hasta donde el color del agua cambiaba a mucho más oscuro, y su temperatura cambiaba de fresca a muy fría.

Aquel día me sentí como si todo aquel enorme mar fuese algo mío, como si en eso días hubiésemos hecho una gran amistad.


Nadé un rato y luego cogí mis gafas de bucear para volver a ver todos aquellos tonos imposibles de encontrar fuera de allí: Azules suaves, cristal mateado con chispas de luz, verdes claros mezclados con blancos y grises…. Niebla y resplandor bajo el agua….
Seguí bajando sin demasiado esfuerzo, sintiendo que mi piel se refrescaba y se hacía más suave, para penetrar más y más bajo aquel enorme castillo de agua.
Me maravillaba ver tantos peces nadando alrededor de mí, sin asustarse. Sus movimientos eran como un ballet, rápido o suave, con ritmo de una música invisible…. Las rocas se perfilaban frente a mí y bajo mi cuerpo que flotaba sin esfuerzo.
Probé a dar vueltas allí abajo, bailando con los peces de colores dorados, naranjas, grises y marrones…. Di fuerza a mis brazadas y aquel baile se hizo mucho más suave y amplio…

De pronto, aquella música que me parecía escuchar dentro de mi cabeza, se hizo real.
¿Cómo podía ser que oyese un tintinear como de campanillas?
Subí un poco, por si fuesen mis oídos…. Paré suavemente de dar brazadas y la música se dejó de oír..
Volví a mi baile con los peces y entonces el tintineo de campanillas se hizo intenso, intenso y claro, como si tuviese cerca un instrumento que me acompañaba en mi baile con los peces.
Me quedé hechizada por aquel sonido, y apenas me daba cuenta del tiempo que pasaba, deseando oír de nuevo aquella misteriosa música que me hacía latir más fuerte el corazón.
Sentía que el mar me estaba abrazando, que me cantaba con aquel tintineo de campanitas de plata, junto a aquella bandada de peces de colores.

¿Tintineo de plata???
¿Campanitas de música??
De pronto miré mis brazos, que casi había olvidado que colaboraban a que yo bailase y bracease bajo el agua…. Y descubrí el motivo de aquella maravillosa música de campanitas que tintineaban: Eran mis pulseritas de plata. Unas sencillas pulseritas de aros de plata que siempre llevaba, labradas a mano y llenas de símbolos, que me habían regalado en uno de mis cumpleaños y que jamás me quitaba.

Al subir a la superficie todos los del grupo estaban preocupados, buceando en los alrededores para localizarme, por el tiempo que yo había estado bajo el agua.

Cuando me vieron, tan sonriente y tranquila, las cosas se calmaron.
Para que comprendieran por qué me había quedado tanto tiempo disfrutando allá abajo, comencé a contar todo aquel maravilloso baile con los peces, entre las rocas, y mi descubrimiento de aquella música de campanillas que me acompañaban…
Creo que pensaron que tenía demasiada imaginación y que tal vez había profundizado más de la cuenta buceando…. Pero yo sabía cómo se escuchaba bajo el agua aquel sonido tintineante y plateado, como si fuese música, con una especial intensidad, y aquello nunca se me olvidó, porque yo sabía que era un pacto de amistad entre el mar y yo que duraría toda la vida.”-

En efecto, así es.
Ha durado toda la vida, y ha sido para mí uno de mis “tótems” favoritos, al que debo muchos secretos.








Cuando dije que el descubrimiento, aquel verano, de “mi amigo el mar”, había marcado mi vida de un modo muy especial, me refería a la primera vez que escribí estas sensaciones que descubrí bajo el mar, unidas a la música de campanitas tintineando en mi baile bajo el agua, que sirvió para que nunca olvidase la amistad que, desde entonces, me ha unido al mar, y que fue la primera vez que algo escrito por mí, con muy poquitos años, lograba que se leyese ante otras personas, y que alguien pronosticase que aquello que había escrito estaba anunciando que ese sería mi camino, años después.

Dicen que tener un amigo es un tesoro, y que solo la amistad enriquece y guarda lealtad inquebrantable en la vida.
Debe ser verdad, porque bajo el mar descubrí esa sensación, y casualmente ha continuado rodeando de modo misterioso mi vida de otros amigos relacionados con el mar, dejando siempre dentro de mí la sensación de que puedo acudir a ese territorio vedado que es la profundidad del mar y sus misterios siempre que lo desee, con total confianza y complicidad.-

(Original de Conchita Ferrando de la Lama (Jaloque)
(Todos los derechos reservados)


Ilustraciones: Daniel Camargo y Jordi Ponce


Composición fotográfica: Jose E. Ferrando

Publicado en http://www.surcandoedicionawordpress/



5 comentarios:

Anónimo dijo...

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JALOQUE dijo...

Traduzco el comentario de Anónimo:
"Muchísimas gracias, sabes que recientemente he pasado por muy buenas páginas sobre este tema durante mucho tiempo y el tuyo es el más completo que he encontrado hasta ahora."

Gracias Anónimo por tu valoración de mi Blog, veo que perteneces a un despacho de traductor de francés. Espero que sigas entrando en este Blog.
Saludos
Jaloque

JALOQUE dijo...

Este relato, publicado en Surcando Ediciona Word Press, obtuvo en esa web 20 Comentarios, de los cuales trasladaré algunos aqui, con mi agradecimiento a quienes me visitaron alli y los dejaron.

Tico dice:
03/09/2011 en 08:13
Buena historia, y bien escrita, Conchita. Jordi fantástica tu ilustración. Daniel, como siempre me encanta tu ilustración, tu nunca fallas, qué grande eres.

Susana Rosique dice:
04/09/2011 en 10:51
Enhorabuena a los tres; Conchita, es fantástico las sensaciones que transmites, como pez en el agua, se nota que tus propias experiencias impregnan la historia. Jordi, has resuelto la imagen de una manera muy original. Y, mi querido Daniel, ¡qué gusto volver a disfrutar de tus trazos! Me encanta esa danza de los peces alrededor del reflejo del faro, la imagen tiene cierta belleza oriental, o así me lo parece a mí. Un saludo a los tres, S.

Centaurocabalgante dice:
07/09/2011 en 20:09
Conchita, siempre al leer tus textos se siente esa sensibilidad especial que tienes. “Bajo el mar” esta cuarta convocatoria, nos convocas a compartir tu amistad con el mar y, tus “sensaciones” son algo especial para ti y los que lean este relato corto; tus “visiones” y la música al oido es esa sensibilidad, el efecto, la percepción de que algo hay de especial en el mar, su embrujo nos lleva a tener exitaciones más allá de lo real. Es un relato de suaves ondas, que llevan en su danza tus letras a la playa del placer al lector.
Igualmente felicitaciones a las dos ilustraciones de Jordi y de Daniel, la de Daniel realmente tiene cierta relación o toque oriental, parece en sus trazos a los dibujos “anime” japonés, hay films nipones como “El vijae de Chihiro” y “Ponyo en el acantilado” del director Hayao Miyazaki, que tiene cierto parecido con esta ilustración.
Gracias, felicidades hacen un equipo.


Certelolv dice:
08/09/2011 en 00:51
Gracias querida amiga por permitirnos deleitarnos con esta bella historia escrita por ti; realmente es maravillosa por lo fantástica y tierna que rosa lo sublime…te felicito y espero que tus musas te inspiren siempre para que tú no dejes de delitarno y maravillarnos con tus hermosos cuentos. Felicidades. Un beso y un abrazo de tu amigo. César



Conchita Ferrando dice:
03/09/2011 en 22:20
Muchas gracias amigos.
Tal como cuento en la historia es la recreación de la primera vez que, en el colegio, mi profesora leyó mi redacción sobre “Mi amigo el mar” ante la clase, y dijo que yo sería una escritora…… Eso si que fue maravilloso,… Luego estudié otra carrera y lo de escribir siempre lo fui haciendo en secreto, hasta ya pasados años, que surgió una oportunidad y ahi ¡¡ me lancé ¡¡¡
Saludos

-Jaloque-

JALOQUE dijo...

Otros comentarios dejados en la web de Surcando Ediciona Word Press y que agradezco mucho.

Adolfo del Cacho Fernandez dice:
08/09/2011 en 08:02
Conchita: Tu relato sobre tus bellos sueños sobre el mar, estan llenos de fantasias enlazados con puras realidades, con tan fina virtuosidad, que solo podia ser contada por una “Sirena” arrastrada por el viento de “Jaloque” Un saludo cariñoso: Adolfo

Mariola dice:
12/10/2011 en 17:39
Conchita, no te había leído todavía. Enhorabuena. Te atreves con todo… poemas de caballeros, estas historias bajo el mar… Me ha gustado mucho esa parte con el capitán tomando café en el faro, jajajaja, (qué tendrán los capitanes…), y las ilustraciones son estupendas!

Montse Augé dice:
24/10/2011 en 16:23
Por fin me he leído tu relato Conchita. Me ha gustado mucho la escena del faro con el capitán. Realmente logras transmitir esas sensaciones bajo el mar, casi conigues que oigamos la música de las pulseras. Has dibujado con las palabras un universo de sentidos. Enhorabuena!!!

Y enhorabuena también a los ilustradores, un trabajo fantástico!!!

Muchas gracias por vuestros comentarios y por entrar a leer mi relato de esta convocatoria.
Este relato lo escribí desde mi realidad interior y creo que se nota que es muy real.
Puesta a escribir, cualquier cosa es buena si tienes la idea en la cabeza, Todo es escribir aunque a veces hay que matizarlo en versos o en prosa.

-Jaloque-

JALOQUE dijo...

Thank you very much, I hope you continue visiting my page. Best regards. Jaloque