jueves, agosto 15, 2013

SCHEHEREZADE

Este relato es propiedad de Conchita Ferrando de la lama. 
La ilustración es propiedad de Jesús Rodríguez. 
Quedan reservados todos los derechos de autor.


Sheherezade.

El tema de Cuentos es tan amplio que puede dar pie a tomar como ejercicio cuentos ya escritos por sus autores, que son propiedad intelectual solo suya y nadie debe cambiar ni una coma de ellos. 
Yo por respeto he preferido tomar y entrecomillar solo alguna frase sobradamente conocida del gran libro de cuentos que me ha inspirado este relato, pero sin tomar ningún cuento en particular. Así he creído que debía hacer y lo he hecho.

Suelen tener los cuentos para niños, además de su candor, ternura y colorido de situaciones, una finalidad “modélica” que influye mucho en ellos. A veces con advertencias envueltas en entretenidas historias,
He tomado en mis manos un libro de Cuentos para mayores, pues los cuentos de niños son solo para niños, aunque les encanten a los mayores.

Ilustración de Jesús Rodríguez

Las Mil Noches y Una Noche es un antiquísimo libro de  historias tan universales que, aún sacadas de su contexto histórico de tiempo, lugar y circunstancia, siguen teniendo el valor incalculable del “poder de la palabra”, combinada con la inteligencia, discreción y saber estar de quien la utiliza, sobre todo si es para algo positivo.
Los cuentos que se narran en Las Mil Noches y Una Noche transmitidos casi únicamente por tradición oral han sido conocidos en occidente como obras sueltas e inconexas desde tiempos muy remotos.
Realmente todos ellos están unidos por el nexo común de pertenecer a un gran libro manuscrito encontrado en Siria, seguido de otros en El Cairo, Bagdad, Estambul. Túnez etc. con un fondo de leyendas, relatos y variantes de los mismos cuyo origen antiquísimo está en la tradición oral, redactados sobre ellos en árabe desde el siglo VIII al XVI.
La imaginación exuberante del Islam los ha dotado de escenarios y situaciones llenas de colorido, pero sus fuentes son mucho más antiguas, leyendas hindúes y persas narradas por los rapsodas de esas épocas.
Es indiscutible el misterio de pervivencia y hechizo de su valor humano. Son historias intemporales sobre la belleza, el amor, el misterio, el poder, el ingenio y la discreción.
Entonces, tal como ahora, el poderoso era también caprichoso y no conocía límites, pues tenía a su disposición todos los recursos, pero al igual que ahora, ni el tener todos los recursos y el mundo a sus pies, le resultaban suficientes para lograr eso tan etéreo que se llama “la felicidad”, o tal como dicen ahora “estar completamente realizado”.

El exceso de facilidades le aburre.
La repetición de sus actos de poder le agota.
Las contrariedades le irritan.
La sumisión le enerva.

En todos los tiempo de la historia, los remotos o los modernos, hay veces en que este “encefalograma plano” se rompe. Surge algo o alguien. No tiene por qué ser sublime, ni extraño, ni extraordinario.  Puede ser algo sencillamente diferente y apropiado a la situación… y provoca una revolución invisible, silenciosa  que mueve todo a su alrededor, como ocurre en Las Mil Noches y Una Noche cuando Schehrezade llega, como una doncella más, para dar compañía y disfrute a un rey poderoso, insomne por su propio aburrimiento de poder, que solo disfruta una noche de cada doncella y al llegar el día las manda matar sin que se le mueva la mínima fibra.

[..]Scheherezade sabía que el rey la reclamaba a su lado para pasar una sola noche y que su destino sería el de todas… morir de madrugada. 
Eso era lo rutinario, pero ella supo alterar esa rutina con ingenio, carisma, sencillez, prudencia y belleza.[…]
Pidió al rey que su hermana estuviese con ella cuando acabase la noche.
Cuando el rey hubo disfrutado los favores de Scheherezade, como había hecho con tantas otras, y llegó el nuevo día en que su vida se acabaría, su hermana solicitó al rey el favor de permitir a Scheherezade contar una de esas bellas historias que tan bien  sabía contar y que entretenían tanto a quienes las escuchaban.
Puso al rey ante un reto de curiosidad o novedad… y el rey aceptó y le pidió que contase una de esas historias.
La vida de Scheherezade se había salvado, al menos por una noche… y ese reto a la curiosidad del aburrido rey le valdría para salvarla durante muchas noches más… Y para ganarse al rey con su dulzura, prudencia, inteligencia y belleza.
Un coctail infalible hace siglos, hoy, mañana y dentro de otros mil años…

[…]He llegado a saber ¡Oh rey afortunado!… Que hubo una vez…
Así comienzan todos los cuentos de Las Mil Noches y Una Noche
Y siempre terminan con una lección de sabia prudencia:
[…] Scheherezade vio que llegaba el día… y guardó silencio discretamente…

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La sala de prensa del diario La Voz rebosaba actividad.
Acababa de abrir nueva delegación en una importante capital de provincia, emergente en actividades culturales, industria alimentaria, exportaciones internacionales, nudo de comunicaciones y centro estratégico.
Absorbió todas las instalaciones de un antiguo diario.  Su nuevo director, joven pero con gran experiencia, había decidido renovar todo el equipo: las instalaciones y las maquinarias, poniendo muy por delante de los demás diarios sus dotaciones técnicas y humanas.
Se descargaba sin interrupción tanto mobiliario moderno como sofisticados aparatos, o se cambiaban espacios para hacerlos más operativos y se transformaban otros para darles mayor prestancia de imagen.
Todo funcionaba como un reloj.
La radio y la televisión habían entrevistado unos días antes al nuevo director, que llegaba rodeado de una aureola de triunfos en otros medios de comunicación, acrecentados por el incidente ocurrido nada más llegar a la ciudad al escapar de modo casi milagroso de una persecución en la que todo indicó que era objetivo de terroristas para quitarle la vida…..
Su valor y la suerte evitaron que le alcanzaran y, aunque se trató de quitar importancia al hecho, casi todos los medios intuyeron que alguien tan “perseguido por lo que sabía y valía” habría de ser alguien con muchos méritos, contactos e información.
A media tarde todo estaba casi terminado de organizar y de colocar en la nueva redacción de La Voz, y el director junto al subdirector, daban los últimos toques a la labor del equipo para que funcionase sin un solo fallo.
Era muy exigente, pero el respeto de quienes le rodeaban se lo ganaba día a día, y todos se sentían privilegiados de trabajar allí con él.
Solía aislarse algunos ratos en su despacho, tras su enorme mesa nueva de madera de raíz de diseño ergonómico, con la espalda bien apoyada en el respaldo de su sillón de pura piel color cereza oscuro, mientras repasaba en su mente, con los ojos medio cerrados, todo lo que se había hecho y lo que faltaba por hacer.
La jefa de redacción le comunicó por el interfono:
—D. José Antonio, ha llegado una noticia algo extraña. Se la paso. Es sobre un posible intento de atentado en el arsenal y es muy confusa….Está ya preparada para salir mañana, pero muy escueta porque es contradictoria y hay muy poca información sobre ella.
El director se incorporó y con gran interés pidió todo el informe sobre la extraña  noticia.
En cuanto lo tuvo sobre la mesa comprendió que era de lo más inverosímil, pues una alarma de emergencia por bomba en el arsenal, supuestamente de origen terrorista, suele llevar un desarrollo con sospechas, filtraciones de confidentes… operativos de vigilancia… pero así, tan repentina, era muy rara. Habría que ser muy cautos, dada la naturaleza militar del arsenal.
Dio las órdenes en ese sentido y volvió a sus papeles sobre la mesa.
Su secretaria entró con algunos documentos y le comunicó que había llegado una señorita que, por lo visto, él había citado allí para esa tarde.
El director recordó de inmediato y pidió a la secretaria que hiciese pasar a la señorita pues la había llamado él para concretar su posible incorporación al equipo, ya que conocía su trabajo en el antiguo diario que había absorbido La Voz.
Se levantó para recibir a la recién llegada, con la que había coincidido alguna vez en su antiguo periódico y que recordaba sobre todo por su buen trabajo como especialista en entrevistas.
La recordaba delgada sin exceso, con una bonita figura aunque discreta,  pelo suelto en melena de suaves ondas color caoba oscuro, ojos muy oscuros, algo rasgados, con chispas vivaces y una sonrisa que siempre la adornaba y daba la impresión de que todo lo podía sin apenas esfuerzo y lo contagiaba a su alrededor.
Esta vez ella había cambiado un poco su aspecto, más sofisticado, y había recogido su pelo bajo una gorrita tipo francés, de punto grueso en color cereza oscuro, de la que escapaba un flequillo rebelde sobre su frente. Llevaba una falda clásica color perla y una chaquetita corta del mismo color cereza que la gorrita.
Entró sonriente, relajada y ambos se dieron la mano.
Él la invitó a sentarse en los sillones que había en el despacho, con una mesa redonda delante, en cuya pared del fondo lucía el anagrama nuevo de La Voz sobre una gruesa cristalera moderna de hormigón, vidrio y acero.
—Encantado de volver a verte, Schery, y de tenerte aquí para que formes parte de este nuevo equipo en el que espero sigas realizando el trabajo de entrevistas que ya he conocido de ti, y que quisiera que comentásemos si estás dispuesta a participar con nosotros.
—Encantada, José Antonio. He viajado al recibir tu llamada a mi casa, y he tenido que solventar algunos pequeños problemas que surgieron casi a la hora de salir para poder llegar a tiempo. Ha sido algo relacionado con el arsenal militar… y ya sabes el control que existe allí para todo lo relacionado con la seguridad, de modo que pensé que iba a tener que dejar mi viaje para mañana, pero al final todo se ha arreglado y aquí estoy, dispuesta a escuchar tus proyectos y tu propuesta.
—¡Caramba, precisamente me acaban de pasar una noticia relacionada con eso! — los ojos de José Antonio, el director, se abrieron interesados— ¿Sabes algo de esto?
Schery se acomodó con naturalidad en el sillón, miró al director un momento, se inclinó levemente hacia delante y asintió
He llegado a saber…………………
—Supe casualmente que hubo una emergencia en el arsenal. Estaba en casa de una amiga y se oyeron las sirenas de alarma. Ella vive muy cerca… ¿te interesa que te cuente lo que ha pasado?
El director se inclinó un poco hacia ella, con gran interés por escuchar lo que le podía contar de primera mano.
Ella parpadeó unos segundos, discretamente, para poner en orden sus ideas y poder resumir todo lo que había vivido aquel mismo día, que era mucho aunque por fortuna no había resultado nada grave.
—Parece ser que alguien (cuyo nombre me permitirás omitir por prudencia) entró de visita esta mañana al arsenal. Pasó por el  servicio de seguridad de la puerta, que rastrearon con el escáner por debajo de su coche, lo revisaron, le pidieron su identificación  y le dieron una tarjeta de control para acceder al interior, pues iba de visita a casa de unos amigos que viven allí. Como nunca había estado en esas instalaciones, se dirigió a casa de sus amigos, estuvo un rato y luego volvió a la puerta de salida con algo de prisa, pues tenía algo urgente que hacer.
—Delante de su coche había una furgoneta que le tapaba la vista de la puerta y de los soldados de seguridad que había en ella. La furgoneta salió directamente sin parar… por lo cual esta persona la siguió y salió también sin que le hiciesen parar.
Con la prisa no volvió a pensar más y fue a la gestión urgente que debía hacer, muy cerca de allí.
—En esa reunión estaba yo también.
—De pronto  se oyeron las sirenas de alarma dentro del arsenal y alguien comentó que aquello significaba que algo importante estaba pasando.
—Esta persona, al oír eso, se puso pálida y de pronto se dio cuenta de que llevaba todavía la tarjeta de control que le habían dado al entrar. A toda prisa llamó desde allí por teléfono a sus amigos del arsenal para decirlo. De este modo todo quedó en una alarma, falsa claro, pero provocada por la falta de dos tarjetas de control que no se entregaron al salir: la de la furgoneta de limpiezas que salió delante y la de esta persona, que no sabía que debía haber parado para entregarla al salir.
—El lío fue grande, porque parece ser que había unos submarinos allí fondeados que se sabía que podían ser “objetivos” de terroristas… y todo coincidió en pocos minutos. Incluso se avisó a los buceadores de la Armada para rastrear  alrededor de esos submarinos, por si había alguna bomba puesta… Pero al final, con la llamada que hicimos desde casa de esa amiga, todo se aclaró. Llevamos la tarjeta y yo salí de inmediato para venir aquí.
Los ojos del director demostraban una sorpresa enorme y al tiempo un gran interés por lo que la joven Schery le iba contando.
—Bueno, pues alarma lógica pero con final feliz. ¡Si que estabas en el sitio oportuno en el momento oportuno Schery! Me gusta pensar que vas a estar así de cerca de la noticia y que voy a tener la primicia siempre para nuestro periódico.
—Ahora mismo voy a pedir que rectifiquen lo que se iba a publicar, y creo que lo mejor es pasar por alto esa alarma y que el arsenal siga con su actividad de siempre sin crear preocupaciones. Ha sido muy eficaz tu explicación Schery.
—Si tienes tiempo, podemos ir a tomar un café y que redacten mientras un contrato para ti, con todas las cláusulas bajo tu conformidad. Si deseas que haya algo que se especifique, no tienes más que decírmelo y lo veremos juntos. Ya sé que en el otro periódico donde trabajaste en el tiempo en que yo también estuve allí, pediste algunos puntos especiales. No te preocupes que aquí también los tendrás y serás dueña y señora de todo lo que firmes.
—Estaré encantada de trabajar aquí contigo. Creo que eres un director muy eficaz y con mucho tacto para todo. Me parece bien que charlemos de más cosas mientras tomamos un café tranquilos y ya te comentaré la exclusiva que tengo prácticamente confirmada, que va a abrir página con seguridad…  Eso  lo hablaremos el próximo día, pues ya sabes que tengo que viajar para volver a mi casa y me gustaría poderte exponer todo con detalle… sin prisa.
—Perfecto, vamos a tomar algo. Le dejaré a mi secretaria todos tus datos. Tendremos un rato para hablar y, desde luego, te espero el próximo día con todas esas ideas y esa exclusiva que me llena de curiosidad e interés ¡vamos!

Y schehrezade vio llegar la primera luz del día, y guardó silencio discretamente…

Schery volvió a su casa sonriente y contenta de cómo había sido la entrevista de trabajo y, cómo la casualidad o tal vez su facilidad para estar siempre en el lugar adecuado en el momento adecuado, le habían puesto casi en bandeja la firma de su nuevo contrato.
Pasarían muchos días y muchas reuniones en su nuevo periódico en las que siempre era capaz de traer la primicia de la noticia adelantándose a los demás, a base de su trabajo constante en el anonimato, sin horarios y sin cansancio.
El director siempre reservaba unos momentos tranquilos cuando ella acudía con su carpeta de suave piel color cereza bajo el brazo, llena de novedades y con la “gran sorpresa” de su entrevista para abrir página, en la que tenía plena libertad para elegir, contactar y realizar, siempre a punto para entrar en rotativas con los titulares más atractivos, con fotografías bien hechas por el fotógrafo de su confianza que ella llevaba siempre y, sobre todo, con una exclusiva que era capaz de sacar al entrevistado solo para su periódico. Nadie lograba saber cómo lograba meterse dentro de la propia piel de cada personaje, ni cómo su hechizo discreto mantenía sus métodos y fuentes a salvo de quienes intentaban descubrirlos.
Hubo una vez cierta ocasión…
Con ocasión de la inauguración de la Expo de Sevilla, la avalancha de medios de comunicación y el propio desorden que superaba los acontecimientos hacía difícil coordinar la presencia del periódico La Voz de modo importante y cercano a las ceremonias de ese día…
Había nervios por parte de todos porque la fecha ya estaba encima y faltaban las acreditaciones principales.
Schery acababa de llegar de Madrid y traía varios proyectos importantes en su carpeta para ver con el director tal y como solían hacer.
Encontró a José Antonio preocupado y nervioso pero, tal como era su costumbre, calló discretamente sin dar muestras de notarlo.
Durante la conversación, ella comentó su visita al embajador de un país hispanoamericano en Madrid, pues mantenía con él una buena relación al ser los dos escritores. Fruto de esta visita había resultado el que la invitase a la ceremonia de inauguración, con una acreditación especial de la Embajada.
José Antonio se centró totalmente en sus palabras, y su gesto pasó de ser preocupado a ser de atención e interés.
Mi idea —comentó Schery — Es aprovechar esa invitación para estar cerca de tantas personalidades en la ceremonia de inauguración y cerrar algunas posibles entrevistas con ellos, pero sobre todo me interesa  hacer un trabajo sobre El Oro de América, que ya sabes que ocupará un ala del pabellón de América, aunque he oído que tienen dificultades con la seguridad por la cantidad de valiosas joyas, ídolos y arte que van a traer … pero ya veré allí cómo lograrlo.
El gesto de José Antonio se había relajado y ahora sonreía mientras escuchaba lo que Schery le contaba. Podría ser una solución a todas sus preocupaciones. Habría dos “delegaciones” de La Voz en la Expo: Una del equipo directivo, con José Antonio y Luis, el subdirector,  como representantes y otra con salvoconducto diplomático y libertad total de movimiento para Schery, que nadie sabía si podría finalmente hacer su reportaje sobre El Oro de América, pero que los hados protegerían como siempre y lo lograría…..
Llegó el gran día. Schery puso su tarjeta diplomática bien visible y acompañó durante un rato a José Antonio en los actos de apertura.
Las distancias allí eran enormes y el trenecito que el día anterior les había trasladado por el interior cómodamente, no funcionaba por seguridad ante la presencia de los Reyes.
Invitados y autoridades vagaban cansados y desorientados, pero sin perderse nada del evento.
La llegada de los Reyes fue el momento cumbre y José Antonio, el director, junto con Luis, el subdirector, se dirigieron al lugar señalado para los medios de comunicación.
Schery quedó en reunirse allí, después de algunas gestiones que quería hacer. Tendrían después tiempo de contar informar de muchas cosas interesantes que podrían ocurrir…
Cansada, con sus bonitos zapatos de tacón empolvados de la tierra seca de un día de calor sofocante, con su vestido de coctel estampado en cachemir amarillo oro sobre negro, que no le permitía correr como hubiese querido, se dirigió al pabellón de América que en ese momento estaba bastante tranquilo por la aglomeración de todos en las cercanías de los Reyes, en el pabellón de España.
Examinó el terreno y vio que la mayoría de zonas tenían  letreros de prohibición, acotados con postes y cordones con borlas para impedir el paso.
Era un contratiempo para su plan, pues el ala del Oro de América estaba en un piso alto y el ascensor de subida clausurado por seguridad de la zona.
Había guardias y nadie podía ir por libre. Tenían que ir con el guía de acompañamiento y eso era lo último que Schery quería.
En el grupo de invitados vio de pronto a uno de los profesores de historia que había conocido en la Embajada. Era muy joven y amable y vino a saludarla. Schery se había quedado un poco detrás del grupo y el guía iba delante con todos. El ascensor lateral no estaba lejos y tal vez funcionaba, pero había que traspasar la línea de cordones con borlas que impedía pasar.
Los soportes de los cordones eran fuertes y debían tener peso.
En un momento dado Schery cogió el cordón y lo bajó un poco. Sin pensarlo dos veces se apoyó en el joven profesor de historia e intentó saltar.
¡Ayyy! Su vestido de coctel tenía la falda estrecha y se enganchó. El soporte cayó al suelo y el guía volvió la cabeza por el ruido a ver qué pasaba.
Schery con cara de inocencia estaba ya lejos disimulando, guardando papeles en su bolso.
El pobre profesor, al que había cogido todo de improviso, no sabía ni qué hacer, pero el guía no se fijó en él.
El grupo siguió su camino y en ese momento el guía se puso a explicar lo que recorrían, así que Schery se apoyó de nuevo con fuerza en el brazo del profesor, y esta vez pudo saltar la línea de cordones y postes, doblando la esquina rápidamente hasta el otro ascensor que, por fortuna, estaba abierto y funcionaba…
¡Pista libre hacia el Oro de América!
Pero.¡los designios de Dios son inescrutables!
La gran Sala del Oro de América estaba a medio preparar, con todos los enormes objetos de oro cubiertos por telas blancas y, lo peor de todo, con vigilantes armados que no perdían de vista a aquellos dos intrusos que acababan de aparecer…
El joven profesor, que había seguido a Schery dispuesto a no perderse aquella loca aventura, se quedó también algo indeciso, pero Schery recompuso su atuendo, colocó su acreditación distintiva bien a la vista y entró decidida.
El vigilante no sabía bien qué hacer: ¿detener a aquella señorita con una credencial diplomática? ¿ponerse a su disposición?
Optó por preguntar qué deseaban e informar de que la sala todavía no se podía visitar.
Schery, con su gesto de máxima inocencia y desconsuelo, explicó al guarda:
—Por favor, mi  legación confía en que  haga un estudio sobre lo expuesto en El Oro de América, He dejado a mi legación camino de la comida con los Reyes y me reuniré allí con ellos.  Me va a resultar terrible no poder llevar NADA sobre El Oro de America… por favor… me voy a sentir fatal con ese fracaso.
El guarda estaba perplejo, miró a su compañero y decidió:
—Bueno señorita, solo puedo dejarle que vea un par de objetos, pero solo eso, y enseguida se tienen que marchar.
—Muchas gracias. Me salva usted este momento tan malo. Solo un par de objetos y nos vamos.

Ilustración de Jesús Rodríguez

Diciendo esto, Schery cogió el borde de una de las telas, lo levantó un poco y miró aquella maravilla.
Tomó su máquina de fotos y le hizo señas al profesor para que distrajese al guarda. Mientras hablaban, ella levanto dos o tres telas más, y disparó su máquina tan rápido como pudo…
Luego dieron las gracias a los amables guardianes y salieron.
Schery se despidió con todo el agradecimiento del mundo de aquel joven y lanzado profesor que la había acompañado y emprendió el camino hacia el pabellón de España, donde se celebraba la comida con los Reyes.
Iba radiante, con los zapatos más sucios de polvo que nunca, con el pequeño chal de adorno, a juego con su vestido, colgando y enredado en la carpeta, con el sudor pegado a la frente rizando su flequillo y medio despeinada, pero radiante.
Cerca ya de la entrada al Pabellón, dos soldados le salieron al paso. Sus armas le quedaban muy cerca de la cara.
—¿Qué ocurre, guardias? Llevo mi credencial para la comida en el pabellón de España.
—Ya, ya lo vemos señorita, pero se ha retrasado usted mucho. Se  ha hecho tarde y han mandado sellar la entrada. Lo sentimos. Usted no va a poder entrar a esa comida.
Y Scheherezade vio como el sol recorría sus últimos momentos del día… y guardó silencio discretamente…

Hubo muchas más historias reunidas por Schery para írselas contando al exigente director, que cada vez que ella llegaba con su carpeta de piel bajo el brazo, su gorrita rojo cereza y su sonrisa confiada, vivía todos esos momentos relajado e interesado y  deseaba siempre que llegase la próxima historia, exclusiva o proyecto de Schery.
¿Qué diferencia puede haber entre los cuentos que Scheherezade contaba al Rey afortunado, hace más de mil años, y estas otras?
El substrato del alma huma funciona  del mismo modo ahora que hace mil años:
El poder de la palabra combinado con la inteligencia, la cultura, la discreción y la belleza.
La información es poder, y solo hay que saber utilizarla, que no es poco. 
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Conchita Ferrando de la Lama
(Jaloque)

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