sábado, octubre 13, 2007





Volveré




Volveré,
de más allá del tiempo y el dolor;
Abierta la celada del guerrero
que cerraba la noche a las estrellas
con la oscura mordaza de las lágrimas.




Volveré,
desde el altar del viento, en soledad,
donde la ofrenda es todo el corazón,
en espesos silencios de tormenta
mientras doblan, sin eco las campanas.






Volveré,
Y vestiré la túnica arco iris
para velar auroras boreales;
Arrancaré mi espada de la piedra,
perfumada de flores de Bretaña....







...Y el miedo se habrá ido
cuando vuelva.



Volveré con el alba.


(texto registrado de Jaloque)

1 comentario:

JALOQUE dijo...

SUFRIMIENTO, DOLOR, AMARGURA..
¿QUIEN PUEDE LIBRARSE DE ELLOS?

En momentos de la vida nos llegan a atenazar hasta encarcelarnos en sus tentáculos que abrasan.

No queda otro remedio que cubrirse, blindarse con la mejor coraza bruñida por Merlin, y un yelmo que impida ver el espanto en la mirada.

Solo se puede dejar pasar el tiempo, el incendio, la tormenta, en medio del temporal y de los truenos, de la batalla que se nos viene sin buscarla, del esfuerzo, el cansancio, las lágrimas... muchas lágrimas.

En el altar de piedra, una mano helada sacrifica nuestro frágil corazón, pero no morimos por eso.
Nos sigue alimentando nuestro propio dolor.

Los oidos están sordos al viento, al huracán. Solo el zumbido de nuestros propios lamentos, dentro del eco del silencio, emboscados en el yelmo que impide que veamos más allá o que nos vean.

El eco de las campanas es nuestra música de cada dia, cada noche, cada hora de oscuridad.

Un dia, la sangre está calmada.
Ya no quedan más lágrimas, ni más respiración entrecortada.
Estamos en una madrugada fria y malva, y la quietud nos rodea, como la niebla rosa.

Cae de nuestra mano la espada de dolor, cae el casco de Palas Atenea, y en el altar de piedra brilla un rayo de luz, con la forma de una nueva espada de vida, un nuevo horizonte que cimbrea.
Y cogemos el nardo de luz... sacando de la piedra esa espada, de rosas, de magnolias, de jaras y de lilas de Bretaña.

Suena el pulso de la vida.
Nos quitamos la coraza para poner una capa blanca de auroras boreales, y bajamos del altar del sacrificio, cuando la luz rosa del alba nos invita, y el carro del sol cabalga.

Jaloque